Por: Fausto Jáquez
La ausencia de la dirigencia del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) en el sepelio del ingeniero Guillermo Caram, una figura histórica y vicepresidente de la organización, es un acto de profundo simbolismo político. Más allá de un simple olvido protocolario, esta inasistencia puede interpretarse como la constatación pública de una fractura irreparable y, quizás, el punto final de una era para el partido colorado.
Guillermo Caram no era un dirigente cualquiera. Representaba la línea dura del balaguerismo, un pensamiento renovador y nacionalista que fue la columna vertebral del partido durante décadas.
Su voz fue una de las más críticas contra las alianzas estratégicas que la actual cúpula del PRSC ha forjado, especialmente con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y luego con el Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Para Caram y otros de su generación, estas alianzas significaban una renuncia a los principios ideológicos que dieron origen y sustento al reformismo.
La ausencia en su funeral, por tanto, se lee como un mensaje claro: la dirigencia actual del PRSC no solo se ha distanciado de las posturas de Caram, sino que ha decidido pasar página de forma definitiva. Es la escenificación de un divorcio ideológico que venía gestándose desde hace años. Al no hacer acto de presencia, la cúpula reformista le dice al país que el PRSC de Balaguer y de figuras como Caram ya no existe.
Esta situación evidencia una crisis de identidad y de liderazgo dentro del partido. Un partido cohesionado y con sentido histórico habría rendido homenaje a uno de sus más importantes activos, independientemente de las diferencias.
La inasistencia total sugiere que el PRSC está tan fragmentado que ni siquiera puede unirse para despedir a sus muertos ilustres.
La imagen de un féretro sin la presencia de los líderes de su propio partido es una metáfora poderosa. Podría significar que, junto con Guillermo Caram, lo que se estaba enterrando era el último vestigio del PRSC como fuerza política con identidad propia.
La pregunta que queda en el aire es si el partido podrá resurgir de sus cenizas o si, como parece indicar este último adiós, ya está enterrado junto a sus lideres más honestos.