Luis García
Santo Domingo
La primera aparición pública del fenómeno global de la desinformación en el ámbito electoral actual en el país se registró la semana pasada, generando de inmediato preocupación acerca de que su eventual irrupción masiva afecte la democracia dominicana.
Comentarios en plataformas digitales sobre una supuesta reunión secreta del presidente de la Junta Central Electoral (JCE), Román Andrés Jáquez Liranzo, con los altos funcionarios gubernamentales Antoliano Peralta, consultor jurídico del Poder Ejecutivo y el ministro administrativo de la Presidencia, José Ignacio Paliza, alborotaron el ambiente en las filas del opositor Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
El candidato presidencial peledeísta Abel Martínez, aunque sin asumir los comentarios, pidió un pronunciamiento en ese sentido de la máxima autoridad de la administración electoral.
Jáquez Liranzo no tardó en hacer el desmentido y aprovechó para advertir sobre el daño que la desinformación puede provocar al sistema electoral y a la democracia.
El consultor jurídico del Poder Ejecutivo también hizo lo propio ante los referidos comentarios.
La desinformación, si fuese utilizada como estrategia de campaña electoral, se convertiría en una amenaza para la democracia y sus valores.
El desafío principal corresponderá a la JCE como órgano principal de administración electoral, sin que exima de responsabilidad a los demás actores, especialmente los partidos políticos.
Desinformación
La desinformación consiste en la difusión masiva de información falsa con la intención de engañar al público y a sabiendas de su falsedad.
El fenómeno resulta especialmente preocupante en contextos electorales y políticos, en virtud de que podría afectar la legitimidad de procesos fundamentales para el funcionamiento y la existencia misma de una sociedad democrática.
El Internet
La desinformación siempre ha existido, pero en el siglo XXI parece haber adquirido características epidémicas con la democratización de Internet. Esta red descentralizada se ha expandido para dar la posibilidad de que las personas y los ciudadanos se expresen en la esfera pública, mediante la utilización de recursos tecnológicos mínimos.
Este nuevo ecosistema de comunicación presenta enormes oportunidades para la expansión y el fortalecimiento del debate público, así como para la circulación y acceso a la información de interés público.
La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) ha sostenido que la libertad de expresión se caracteriza por ser un derecho con dos dimensiones: una individual, que atañe a la expresión de los propios pensamientos, ideas e informaciones; y una dimensión colectiva o social, consistente en el derecho de la sociedad a procurar y recibir información, a conocer los pensamientos, ideas e informaciones ajenos y a estar bien informada.
La Internet es una de las tecnologías que más ha potenciado el ejercicio de la libertad de expresión, dado que convirtió a millones de personas que eran receptores pasivos de información en activos participantes del debate público. Sin embargo, este cambio de paradigma trajo consigo nuevos dilemas éticos.
Normas regulatorias
En la República Dominicana, los actores políticos y electorales están regidos por normas que regulan su comportamiento y el manejo de ciertas informaciones durante los procesos electorales.
No obstante, se ven colocados ante una sociedad hiperconectada cuyos desafíos quedan latentes por la velocidad con que actualmente se produce y distribuye información, el volumen que se genera gracias a la multiplicación exponencial de fuentes, y la capacidad que tiene la misma de expandirse horizontalmente de manera ‘viral’ en esta red descentralizada, junto con la habilidad de dirigir mensajes a segmentos demográficos muy específicos.
Nueva realidad
En esta nueva realidad tecnológica, desafíos como el de la desinformación requieren aplicar y reafirmar los principios que guían, normativamente, el sistema electoral dominicano.
La problemática que se genera radica en cómo establecer mecanismos que, también, protejan el debate público sin afectar el ejercicio de las libertades fundamentales.
Diversos estudios en América Latina han vinculado al fenómeno de la desinformación con la polarización política.
Algunos sostienen que la desinformación es causa de la polarización, en tanto apela a las emociones de las personas y busca producir efectos sobre sus comportamientos.
Desde la irrupción masiva de la Internet a nivel mundial, a partir de la década de 1980, se ha reconfigurado un nuevo paradigma de la información que se ha convertido en un desafío no solo para las instituciones, sino también en lo referente a los Estados.
Contenido
— Propagación
Las grandes tecnológicas, como Meta (Instagram y WhatsApp), Google o la gigante china TikTok deben hacer frente a la desinformación; los contenidos falsos siguen siendo propagados por la Internet.
La inteligencia artificial
Cambios. A la complejidad de tratamiento de la desinformación se suma el hecho de que la humanidad está sometida a los rigores de la inteligencia artificial, la cual tiene por objeto que los ordenadores realicen cosas que puede hacer la mente humana.
La inteligencia artificial no es una dimensión única, sino un espacio profundamente estructurado de capacidades diversas para procesar información.
Visto esto, es innegable que si algo hacen los órganos electorales en todas partes del mundo radica en el procesamiento de información procedentes de actores con intereses diversos. El manejo de un enorme cúmulo de información electoral deviene, por su naturaleza, en una complejidad de intereses en la lucha por el poder político.