Luis García
luisrgarcia15@gmail.com
¡Tú también, hijo mío! La exclamación fue del emperador romano Julio César a ver acercarse a M. Bruto, quien junto a los que, puñal en manos, le asesinarían ese día en las barras del Senado de Roma. Luego de este pecado, según cuenta Suetonio, en “Vidas de los Doce Césares”; casi ninguno de los homicidas sobrevivió más de tres años ni murió de muerte natural.
La traición nunca queda impune, porque el tiempo se encarga de cobrarla.
La Biblia dice en el libro de Romanos que “la paga del pecado es la muerte”.