POR ALBERTO QUEZADA
Ante los crecientes procesos de exclusión, deficiencia de las políticas públicas estatales, la indiferencia y oportunismo del liderazgo político nacional para solucionar los problemas fundamentales de existencia del pueblo dominicano se hace necesario que los ciudadanos y ciudadanas inicien un viaje sin retorno hacia la construcción de ciudadanía.
Pero no una construcción ciudadana maleada, inducida ni narigoneada por intereses particulares ni de grupos nacionales y extranjeros, sino, al estilo crítico planteado por dos de las inteligencias más finas que ha conocido la humanidad Carlos Marx y Antonio Gramsci.
Ellos plantean una concepción de ciudadanía que pueda verificarse en tres dimensiones: La pertenencia a una comunidad política, que contenga una idea fuerte de un «nosotros» vinculante de los intereses particulares y dadora de sentido a los proyectos individuales de vida buena; la expansión y garantía de igualdad de posibilidades para acceder a bienes sociales, económicamente relevantes para una vida digna y emancipada, y la posibilidad de contribuir a la vida pública de la comunidad a través de la participación¨. Más claro, ni el agua.
Es entonces a partir de esa lógica de construcción de ciudadanía planteada por esos dos sabios del pensamiento humano y político que los dominicanos y dominicanas deben accionar si aspiran a mejorar sus condiciones de vida en el ámbito material y espiritual.
Este pueblo y los individuos que integran los colectivos más conscientes en la esfera social no pueden continuar por el oscuro e insostenible camino de seguir buscando de manera individual soluciones a problemas que son en su gran mayoría de estricta responsabilidad de los estados y los gobiernos. No puede ser.
Como es posible, por ejemplo, que ante una situación de deficiencia del servicio energético nacional la respuesta ciudadana de los que pueden sea instalar plantas de emergencias o inversor en sus hogares, De igual forma, no es correcto que ante la falta de agua potable la reacción sea la compra de un tinaco o un botellón de agua.
Pero más indignante e imperdonable es que, ante la ineficiencia y la falta de acceso y cobertura en los sistemas de salud y educativo público los habitantes de este país lo que hagan es transferirse al sector privado.
Pero eso sucede en otras áreas como el transporte, la vivienda, la seguridad social, la seguridad ciudadana, los espacios de diversión, en fin, no terminamos. La población tiene que despertar y empoderarse haciendo ciudadanía responsable insertándose en la realidad de manera crítica reclamándole a los gobiernos su derecho a la dignidad y el bienestar social. Sueño un ciudadano sujeto de la historia, de su propia historia.
El autor es periodista y magíster en Derecho y Relaciones Internacionales. Reside en Santo Domingo.Quezada.alberto 218@gmail.com