La Redacción
Santo Domingo
Las guerras son normales y frecuentes en muchas de las propuestas que conforman la música urbana. Algunas son reales, otras inventadas. Esas y otras acciones son parte de las estrategias implementadas por urbanos dominicanos y que llegan hasta lo impensable como fingir su propia muerte o filtrar videos sexuales íntimos.
A mediados de la década del 2000, recibí en mi estudio de grabación en Cristo Rey, a dos noveles artistas dominicanos, que posteriormente jugarían papeles protagónicos en nuestra música popular. Sus nombres: Villano Sam y Vakero.
Mientras esperábamos que la energía eléctrica retornara, conversamos de muchas cosas, pero dentro de todo lo que Vakeró dijo ese día, hubo algo que se quedó en mi memoria para siempre y cito textualmente: – Yo tengo un CD, con todas las canciones del Lápiz, eso es lo único que escucho porque “Yo soy lapicista”.
En ese momento, Manuel Varé “Vakeró” no era el archienemigo de Avelino Figueroa “Lápiz Conciente” , porque es a partir de la gran pegada con el tema “Se partió el lápiz” que inicia la icónica guerra que dio inicio al rap popular en República Dominicana.
Años después descubriría que esta guerra fue una estrategia de ambos y que fue tan lucrativa, que obligó a estos dos jóvenes a mantener el papel de enemigos durante décadas y que dicha longevidad terminó lacerando de manera marcada la gran amistad y admiración que había entre ellos.
Muchas de las estrategias utilizadas por estos jóvenes son cuestionables en términos morales. Hay que entender que son jóvenes provenientes de hogares disfuncionales y que construyeron sus carreras sin ningún tipo de lineamiento o guía.
No es una justificación, sino una explicación del fenómeno que impacta como sociedad, ese tsunami de propuestas musicales de niños, niñas y adolescentes que se jactan en sus temas de ser nuevos ricos, de “frontear” autos o joyas o de fervientes consumidores de drogas ilegales.
También autodescribiéndose como machos alfa y, en el caso de las féminas, como objetos sexuales y máquinas de placer.
El movimiento urbano dominicano ha utilizado toda clase de estrategias.
Para estos jóvenes, la meta es tener una pegada y el fin justifica los medios.
No importa si es un engaño a sus fanáticos o seguidores, a quienes consideran en su mayoría ignorantes del negocio.
Incluso, si en uno de ellos cuestiona alguna de sus acciones es etiquetado de inmediato como “hater” solo por tener una opinión contraria.
De osar opinar un usuario de redes es bloqueado, expulsado del paraíso urbano, como hizo Dios con Satanás, porque los artistas que amasan una gran cantidad de éxitos y fama dejan de ser humanos y, por ende, es un pecado el tan solo pensar que pueden equivocarse.
Las estrategias son diversas. Algunos hasta han filtrado videos íntimos teniendo relaciones sexuales, como lo hizo el Príncipe Barú, al igual que Nipo 809 hace un tiempo.
Otros han pasando por la coordinación de rivalidades y los más “mortíferos” han llegado al exceso de fingir su propia muerte, como lo hizo el 2015 el autor Juan Frías, mejor conocido como “Brasa”, responsable de éxitos como “Sensualidad”, que interpretan Bad Bunny, Prince Royce y J Balvin; “Te guste”, en voces de JLo y Bad Bunny, entre otros, con los cuales ha obtenidos nominaciones y premios internacionales.
A finales de mayo pasado, El Alfa y Nicky Jam, este último subió un video a su stories de instagram, simulando estar enojado con el alfa y pidiéndole que le bajara, a lo que el alfa respondió: No le voy a bajar. Engañaron a muchos, a mi no, porque conozco el proyecto Nicky Jam desde el día cero y su perfil psicológico no funciona de esa manera.
También se tiene registro de estrategas de comunicadores ligados al mundo urbano, que para sacar partido mediático han creado rivalidades, manipulando exponentes, insinuando directa o indirectamente alguna crítica o malestar enunciada por otro, logrando así que el manipulado explote de furia en contra del otro en una entrevista o canción, iniciándose “una guerra” o rivalidad forzada a base de mentiras.
Todavía hay más. Hay casos extremos como el de Tokischa, quien logró el pico de notoriedad mediática gracias a su canción “Desacato escolar”.
Ya Tokischa venía trabajando para conseguir un escándalo desde hacía tiempo. Primero haciendo temas obscenos, como lo hizo Lápiz en sus inicios, y compartiendo videos sexuales, tanto en solitario como en grupo.
Gracias a esta sobreexposición y escándalos, exponentes urbanos como J Balvin, Bad Bunny, Rosalía y hasta la actriz porno Mia Khalifa empezaron a compartir “stories” en Instagram escuchando la música de Tokischa.
En muchos casos, son amados por una legión de seguidores y cuestionados y hasta odiados por otros, y que pese a que se tenga razón en cuestionar muchas de sus acciones, ¿cómo se puede luchar con el precedente innegable de que su popularidad, fama y fortuna es fruto de una serie de circunstancias adversas.