Manuel Campo Vidal
España
Llega una riada de millones de euros sin precedentes en la historia. España no se benefició del generoso Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial. Y ahora sí: la presidenta Úrsula Von der Leyen estuvo en Madrid y selló con Pedro Sánchez el compromiso de entrega inmediata de los primeros nueve mil millones de la Unión Europea. En tres años llegarán hasta 70.000, más otros 70.000 en préstamos. Hay euforia empresarial, acaso exagerada; las expectativas de recuperación se refuerzan y el Banco de España aumenta la previsión de crecimiento del Producto Interior Bruto para este año.
La cifra de 140.000 millones es mareante pero no termina ahí. La eurodiputada Susana Solís, de Ciudadanos, afirmó esta semana en el Foro Next Educación, que a esa cantidad hay que sumarle todavía otros fondos europeos disponibles, como el FEDER, con lo que serán hasta 200.000 los millones que España puede alcanzar. Lo sabe bien porque ella participa en la redacción del reglamento de esos fondos. Una oportunidad histórica si esos recursos se saben pedir; a veces se solicitan mal y se pretenden aplicar a ladrillos cuando se ofertan para digitalización o economía verde. Significarán una revolución muy positiva si se invierten con inteligencia en iniciativas sostenibles; no impulsando proyectos que puedan morir al agotarse la subvención.
Pero mucha atención con ese empacho de millones. Una buena parte (70.000) habrá que devolverlos porque son claramente créditos. Seamos conscientes y advirtamos a nuestros hijos de que estamos hipotecando la casa ya que ese dinero deberá reintegrarse. Los otros 70.000 millones no son crédito a España pero es la Unión Europea la que se hipoteca para conseguirlos. Es una operación muy necesaria para revertir cuanto antes la crisis económica post pandemia. Pero tiene esos riesgos. Hay que pedir los fondos bien, invertirlos mejor y entender que nos estamos endeudando. Con todo, es un éxito indiscutible. Ni una palabra de reconocimiento de la oposición al trabajo del Gobierno, aunque con eso ya se contaba.
La reunión del Círculo de Economía en Cataluña ha reflejado esa euforia empresarial y también la voluntad de tirar adelante, aunque una parte de los políticos no ayuden por sus guerrillas particulares. En Barcelona han estado Pedro Sánchez y Mario Draghi, el Rey y el presidente de Corea del Sur; también el nuevo presidente catalán, Pere Aragonés, aunque solo a medias.
Bajo la mirada escrutadora de Carles Puigdemont, a quien acudió a rendir pleitesía el pasado sábado en Bruselas, Aragonés participó en una reunión en la que estaba el Jefe del Estado español, pero quiso marcar distancias y no se quedó a la cena posterior. “Marcharse cuando las autoridades españolas y coreanas se sentaron a cenar con los empresarios resulta desconcertante”, ha escrito Marius Carol, ex director de La Vanguardia. “Pere Aragonés no puede pasarse todo el mandato en esa especie de vodevil de salir por una puerta mientras el Rey entra por la otra”. Cierto. Pero lo que se ha visto en Barcelona es que el empresariado ya pasa página de los indultos -lo que debilita la posición del Partido Popular- y acuerda con los políticos del Estado español y con los extranjeros lo más conveniente para la recuperación, sin esperar a que la Generalitat resuelva sus líos entre independentistas. El dinero europeo ya llega y el tren arranca. Hay quien puede quedarse en el andén.