Luis García
Santo Domingo
Rafaelito, de apenas cinco años, llora desconsoladamente porque asume, desde su óptima infantil, que sus abuelos han dejado de quererlo, afecto que le expresan en un mar de besos diarios.
Sus padres intentan, una y otra vez, explicarle, pero aún sigue sin entender la razón de la negativa de llevarlo a la casa de sus parientes mayores, como ha sido la tradición en la familia Mena Ramos.
Rafael Mena, de 75 años, y Mireya, su esposa, de 73, sufren la situación con la misma intensidad que su nieto. Ellos entienden el por qué, pero el pequeño, a su corta edad, no llega a la comprensión del cambio en su cotidianidad de vida.
La problemática radica en que el pasado jueves a la pareja de envejecientes le detectaron la positividad del Covid-19 en un centro médico del Distrito Nacional. Desde entonces, han sido días de agonía en su residencia del barrio Mejoramiento Social.
El contagio con el coronavirus ha cambiado el panorama en un hogar que se abarrotaba cada mañana con la presencia de nueve nietos; y la de par de vecinos que acostumbran a tomarse el café matutino con la pareja oriunda de la provincia Monseñor Nouel.
Vacunados
El contagio llegó a pesar de que la pareja está inoculada contra el coronavirus. La primera inyección con el biológico la recibió el 5 de marzo, y 29 días después, la segunda.
Hasta ahora Rafael ha sobrellevado la infección adecuadamente, no así Mireya, que el domingo tuvo fiebre y otras complicaciones propias del Covid-19. Ella asegura que cumple correctamente con la prescripción facultativa.
Ambos se alistan para acudir este martes a una cita médica previamente acordada con su médico.
Prestaciones en Medio Ambiente
Mena Ramos lleva otra dolencia dentro de su alma; se trata de que el día que cumplía el 74 aniversario de su nacimiento, fue cancelado sin miramiento alguno en el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Allí prestó su servicio en los últimos ocho años.
Las visitas han sido numerosas a las instalaciones de la dependencia del Estado, pero nadie le hace caso a los reclamos del pago de sus prestaciones.
“La joven que está al frente de la Dirección de Comunicación, lugar donde laboré, nunca me ha recibido ni tomado una llamada”, dice con ojos llorosos, no se sabe si de rabia, la enfermedad o la impotencia.
Sin embargo, confiesa que lo que más le interesa es recuperar, junto a su esposa, la salud para que los nietos vuelvan a brindar la alegría que el coronavirus ha robado temporalmente.